PARIS malvado PARIS
¿Juzgáis que se me tañe con más facilidad que a una flauta…? |
Debo una vez más levantar acta, tragedia de la inocencia. |
Extraño y crudo olvido de mis desaciertos… |
Debe resurgir de las cenizas el poema cifrado, |
por enésima vez enterrado: cómo no hacer un castillo de palabras. |
A vuestra verdad le falta delicadeza, oportunidad… |
hurgáis demasiado la herida… |
Parece que os vais a poner una venda… |
Y luego, nada. |
Yo no sabía tener miedo. ¿Qué importaba perder…? |
¡Cómo si la muerte no fuese ya mi más fiel compañera! |
Color quebrado, color celoso de mi rostro, |
cautivabas puñados de polvo valiente. |
Nunca tendrás viento favorable para partir si yo no voy contigo. |
Tened en cuenta que era muy astuto, |
taimado, marchaba furtivamente |
el rey que daba el tono. |
Prodigaba chistes rancios, risas mefistofélicas, |
hábil cariño. |
Pondría una flota de bajeles con plata purificada, |
en cada puerto donde desease detenerme… |
¡Me prometió la inmortalidad! |
Es difícil rechazar lo que está tan bien ofrecido… |
Habría que considerarlo más demonio que persona: |
condújome por lugares de imposible acceso. |
Con gran vehemencia recorrimos |
parajes no hollados por el hombre. |
(Universo figurativo desprovisto casi de sombras: |
todo estaba rígido en su aparente fijeza, |
irreal tras la máscara o fisonomía.) |
Admirable audacia la de quien confía en su enemigo. |
Ante un paisaje que sólo servía de atrezzo, |
títere incapaz de engendrar, |
me atraías, me repelías al juego en que |
los animales recíprocamente se adivinan. |
Y se consideran campeones. |
La verdad es que peleábamos como trombas marinas. |
Sólo importaba ser muy sinceros. |
Insaciable curiosidad escenográfica la mía… |
¿Cuántas veces precisé celebrar el convite sensual |
donde sólo estás tú, |
para percatarme que del presente no se tiene memoria, |
a lo sumo, sensación? |
La naturaleza erótica como escena mitológica. |
Coreografía al azar pero monólogo en alta voz. |
Tal vez sólo sea el conocimiento carnal, carnal comercio. |
Horror, asco infinito, abismo ante la duda. |
Siempre se trató de una guerra. |
De una guerra sorda, sufrimiento indecible |
en una personalidad tan arrogante como la mía. |
Pues quimera por todos ignorada: mi vencido yo. |
No nos separó la locura. |
Justo lo contrario: |
las oposiciones operaban mutuamente de forma mistérica. |
La locura nos unía. |
Es la lucidez lo que nos separa. |
AMOR pregonaba el gran teatro del mundo. |
Todo aspiraba al blanco o al negro. |
El color era el síncope. |
No fue amor sino galope. |
¡Qué frío en los huesos! |
¡Qué oscuro el invierno todo lo envolvió! |
* |
Paris sale ahora del poema. |
Se aligera la historia de masculino, desesperante lastre. |
Se acabaron los personajes abatidos, agachados, |
acuclillados, tumbados, cabizbajos. |
Aquella representación de formas humillantes, envilecedoras. |
Triunfo absoluto de algo que si no es fe, |
mucho se le parece: luz |
plasma los objetos creándolos. |
Los objetos se encuentran abandonados. |
Estilo cuadro de vanidad: |
muchacha semidesnuda, penumbra inquietante, |
seducción tramada, detenida. |
Apariencia casual que devenía fascinante, felino pesar. |
(…) Se me hace extraño pensar que en el pasado |
integré una «bella imagen». |
Antes, mucho antes de esta apocalipsis postural |
que destila gota a gota lucidez. (…) |
Luz natural, glorificadora luz de una alegoría: |
la mitad de mi vida es naturaleza muerta. |
Barroco bodegón. |
¡Dulces horas dad sombra a mi locura! |
¿Qué habrá sido del amargo Paris, mezcla adúltera de todas las cosas…? |
Espero que esté ese troyano infame en el segundo círculo del infierno, |
eternamente sacudido por un viento fiero. |
Así castiga Dante a quien sucumbe al pecado de lujuria. |
Yo sólo deseo paz |
instantes de conversación. |
La lucha con el ángel de la realidad me hace ver el cuadro vida, |
conmovedora meditación sobre la misericordia. |
Me gustaría pensar que no cedí al fuego porque lo atravesé. |
Pero ahora, sin embargo, ilumino a lo bonzo, incendiándome. |
Fallidas por culpa de su prisa continua, |
tribus sin voz, ahora atino. |
Así que yo estoy llena de silencio. |
Rostro feroz de quien vive, piensa solo. |
Nada de lo hecho podrá desobrarse. |
Sólo por mí. |
Triste de mí, de nuevo |
declino inocentemente sabiduría. |
El amor es tan joven que no tiene conciencia. |
Pero, ¿acaso no es ésta fruto del amor? |
¡Lo que hay de valioso es su hondo secreto, |
y ahí está, |
acompañándome para siempre en vida! |
Cuando cierro los ojos te veo mejor. |
Ciegamente te veo fulgurando en lo oscuro. |
(Aquí permiten las tramoyas oblicuas |
el eclipse de mi prosopopeya, memorias de ultratumba. |
Mientras la escenógrafa vez tras vez se interroga: |
por qué salir al mundo sin sueño. |
Las rigurosas leyes de la escenografía barroca hacían |
imposible percibir la escena per angulo: |
bendita perspectiva oblicua que trasladando el eje central del cuadro |
acaba descubriendo fuerza extrema en lo laberíntico. |
Mi pasado fue un modo de conciencia que exploraba los límites. |
Es congoja mayor sufrir falsos amores que el agravio del odio. |
Universo figurativo desprovisto casi de sombras. |
El pintor pinta con el silencio. |
Más que colores, es silencio el material de su pintura. |
Como diría William Blake, |
la razón representa la frontera última de la energía. |
Cuando se aparta de su centro, |
la imaginación se convierte en un poder satánico. |