EVERYBODY IS A STAR

Postal para Lur García.
 
 
 
 
 
 
 
 
Habiendo por fin salido de aquella encantada casa,
me vi obligado a cerrar los ojos.
Pensé: creer y no ver.
 
Ya en el umbral nos esperaba un hombre,
¡un mago! -¿disfrazado?-, nos hizo pasar
a un salita de estar, toda ella en cristal alzada.
Exhortábanos el mago tal
a llamar a las cosas por su nombre.
Mas cuando éstas se sentían aludidas
(¿cómo decirlo?),
desdoblánse,
nos ofrecían burlonas su sombra
(porque nada debía esa sombra a la escialítica luz del fluorescente,
luz cenital, luz sin sombra);
exhibían su aura de cromos baratos, mezquinos…
El mago dijo saber una mágica fórmula,
figura retórica…
e inmovilidad garantizada.
Dijo: «Abandono lánguido abandono»
y nada se inmutó, objeto alguno sarcásticamente
su contorno desbordó.
Pero a nosotros, mirones circunstanciales,
¿qué venturoso azar nos hubiera descubierto aquel secreto truco?
Muy decepcionado y a toda prisa, el grupo
abdicó
-de la salita de no estar.
 
Luego, un vampiro
-quiero decir un hombre que parecía un vampiro…-
nos explicó el cuento siguiente
-una versión para adultos de Pinocchio
y Pepe Grillo, claro-:
Por si sólo teníais una vaga intuición ,
ahora yo os la confirmo:
Todo el mundo habla solo.
Y de lo mismo.
La conciencia es la ajena expresión.
El diablo mantiene el hilo… interior
en nuestras cabezas,
argumento feliz de nuestras harto parlanchinas cabezas.
Por eso con tanta frecuencia son los ciegos
desalmados:
La expresión visual es instantánea.
Su comprensión, por cierto, ingenua, rutinaria… (…)
 
(…) Para encontrar en una frase la expresión,
hay que pararse en seco,
cogerla con pinzas,
observala con suspicacia extrema:
puede ser infecciosa. (…)
 
(…) En consecuencia, huyo de la luz,
ese deslumbrante vacío inexpresivo. (…)
 
(…) Nuestro interés por la conversación crece,
decrece, según las mentiras con que el otro
adorne su discurso:
admiramos embobados cómo se acicala. (…)
 
(…) El enamorado goza en alto grado
de exquisita y aguda conciencia..
Anhelante acecho el momento de hincarle el diente a uno… (…)
 
Ni que decir tiene: nadie estaba enamorado.
 
Como era previsible que a la menor oportunidad
nos diéramos a la fuga,
la salida de la encantada casa estaba custodiada
por un alma en pena -¡no puedo describirlo de otro modo,
tan triste era su aspecto!-.
Me hizo solemne entrega de un libro asaz singular:
Después de un túnel, viene la luz.
Y mientras me clavaba sus verdes ojos,
ojos que parecían querer hipnotizarme
-más inquietantes todavía,
porque eran los orificios únicos,
de par en par abiertos
en la blanca sábana que por entero le cubría-,
díjome con dulce voz
que de consuelo ser quería:
Eres uno de los pocos ejemplares de la raza humana,
aunque abundante, especie en extinción.
Mi libro y sus fábulas prêt-à-porter,
que jamás se toman la muerte en serio,
te abrirá todas las puertas (¡corazones!)
-ruido de cadenas-,
ya que, como es sabido,
quien ríe el último
-ruido de cadenas-,
a posteriori ríe , ríe mejor.
 
Encontré la realidad exterior tan anodina,
tan aburrida como siempre,
sospechosamente cromática.
Recibido hube graves, clarividentes advertencias
sobre el tamaño de la presente pesadilla presente…
¡La presente pesadilla va en serio!
 
Nunca más meteré en un lío,
por mis muertos que lo juro.
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