DEEP PLAY

Postal para Ernesto Ayala-Dip.
 
 
 
 
 
 
 
 
I
 
Cuando era mayor –believe me, love!-,
gustaba de la ruleta rusa.
¿A una mujer hermosa, qué villano le hace ascos
cuando de una galante farra se trata?
-¡verlo para creerlo…
… la natural selección que el motu propio opera!
 
Casanova me llamo…
Los Casanova(s) oscilamos entre ciénaga y espejo.
Ahora que vuelvo a ser pequeña,
olvidar no quiero cómo la ciénaga desbordé …
-ah!, me repugna mezclar en esto el azar …
¿azar?, ¿suicidio?, ¿amor…?-.
La última vez que lo intenté, -believe me, love!-,
por poco nos sale bien.
Matamos a la fabulosa chica del espejo.
Con extremo cuidado recojo aún cristales
rotos en el extravagante suelo de esta rara vida mía. (…)
 
(…) El volcánico peligro seducía a James Bond…
-¿os acordáis de James Bond, agente 007,
y su indefectible, magnética licencia para matar…?
Antes de la pesadilla actual -believe me, love!-, cuerpo
seccionado, silla de ruedas, perita en dulce;
una bellísima película:
Ladies and gentlemen,
Linda flor de papel.
 
Harto añejo, el sueño éste…
mas, actualízase lo viejo…
… próximamente, en estas pantallas…
Y hay que permanecer de nuevo atento,
a esta bien exigua, relamida pantalla…
 
Las mujeres del antiguo Japón
casábanse por sórdidos litigios del clan (familiar).
Si osaban elegir ellas a quién amar,
eran ajusticiadas
-el harakiri siempre llegaba a tiempo…
Y, por supuesto, cantaban.
Cantaban a la libertad de irse a pique.
¿Libertad o fatalidad…?
Why am I so black and so blue…?
 
Estoy hablando de todas ellas y de mí.
Yo fui también una chica Bond -believe me, love!-.
Pálida rosa, negra y azul.
 
Bond jamás conoce al verdadero Bond.
No deja de satisfacer los pneumáticos
antojos de bien generosos tipos
en esta película excesiva, la vida, intriga y acción.
 
Yo era una más de esa especie real y dócil,
hasta que el buen Dios dijo:
¡Basta!
Entonces caí con gracia…
¡Oh, sí, ladies and gentlemen, la desgracia
el perpetuum mobile ilumina!
Un ángel negro recomendóme absoluto reposo.
La tierna inmovilidad que te permite saber. Me aconsejó:
Ahí, donde te apoyas, Occidente.
Te inclinas, te orientas, hacia Oriente.
El ángel negro a mi oído susurró:
Haz sólo aquéllo de lo que seas capaz.
 
 
 
 
II
 
Un calavera no es sino un bárbaro.
De qué he sido yo capaz. De qué. De qué.
De dar lumbre a las palabras, de volverme corazón.
Es mi fortaleza recordar, la luz celebrar que con amistad
auró los a mi conciencia semejantes.
¡Ah, desconocidos que una y otra vez intentaréis saltar
sobre vuestra propia sombra!
¿Creéis que con vuestra patagónica altura soslayar
podremos el tiempo prescrito…? –(the time, the time!)
Simplemente, estáis locos por las fechas.
Ésta, la mayor de las portentosas lunas de antaño, confiesa:
Quien guarda su lengua y su boca,
a sí mismo de la angustia se guarda.
Fresca mantiene su amargura.
La diosa cesante un sendero a sus pies prepara…
… para que sus deslices todos firmes sean.
Declarad, jóvenes aventureros altivos:
La tristeza es la mayor de las fuerzas.
Y a vosotros, ancianos jóvenes de dolorosas encías:
¿Por ventura no os tientan inteligencia, sabiduría…?
La tristeza de rojo sangre tiñe vuestro muy lívido olvido…
 
 
(Di: ¿Acaso me tienes miedo?
Volviendo siempre al punto de partida…
La vida es un círculo.
Si vicioso, siniestro.
Si virtuoso, ingenuo.
Ingenuidad relativa a quien contigo va.)
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