caballito de batalla


Foto: Santi Sitjar
 
I
– Tú, pequeña rapsoda, ¿acaso no recuerdas…? Llevas en los ojos
la marca … ángel exterminador… ni a un buen hombre puedes reconocer…
 
– ¡Oh, sí, diosa omnipotente!
¿Cómo olvidar tu severidad de hielo y escarcha,
mis diez mil clases de insípido dolor…?
Es mi propia muerte quien siempre me acompaña…
Mi boca sedienta saliva tragando en vano.
Yo soy de los sin-amor : presencias vestidas de rojo ensangrentado
ante ningún tribunal reclamarán… tal vez, el cielo…
 
– No descuides nunca, Anna, el abismo vacío a los mortales reservado,
el piélago de amarguras… Pues la palabra poética a la verdad
apunta entre la noche y el día…
la deja inexpresada…
 
– De sobras conozco la muda triquiñuela… imposible de adivinar…
Voy contigo, Lady… tuyo será siempre el compás…
Déjame tan sólo alzar la voz… mis contemporáneos… sí,
olvidan: lo que más cerca de ellos está, simplemente, no está.
 
(…) Os advierto hombres de hoy, preparaos con tiempo para otras vidas (…)
 
 
 
 
II
Ciertamente, sé mucho más del morir que del vivir.
Sólo que saber de ti es indecible para los humanos… místico.
Mi fascinación por la muerte, pues, fácilmente se inclina:
sólo semillas muertas siembra.
Aunque aviente cenizas, sea yo grave y demasiado grave…
A fuerza de sinrazón, te lo ruego, conviérteme en fuente originaria…
Hablar de ti en términos otros que los de la afectividad es
de ti burlarse… La venganza será terrible…
Conocerse, agonía implica. Vivir, privados del mundo, el espíritu del tiempo…
Corremos hacia ti, Muerte… y ya estamos en ti:
el gran sí es el sí a ti.
La voz a ti debida.
 
(…) El cerebro es la más perversa de todas las cosas, mutante desesperado (…)
 
Empezó a llover en nuestra habitación… -tras mil naufragios,
otra vez sonríes, pero es una sonrisa meliflua y algo fanfarrona: cada día traerá su golpe-.
Una enorme desgarradura empezó a cicatrizarse.
 
(Entrada del violonchelo por detrás del dolor…)
 
A tan fecunda quiebra se unió nuestra manía de escribir.
Manía, que no paciencia, manía a la voluntad ajena…
¿Dónde está nuestra sensibilidad hímnica? ¿La embriaguez de nuestros comienzos,
el alba de nuestras estupefacciones? ¿Dónde está el verano, el inimaginable verano cero?
 
(…) El cerebro es la más perversa de todas las cosas, mutante desesperado (…)
 
De la pared de la palabra, te nace un nuevo cerebro.
El bien fue la luz que dudas disipó.
Callabas, mirabas directamente a los ojos… nos convertíamos en pareja eterna.
Caducidades lentas y rápidas compitieron entre sí.
Pasó durmiendo batalla y estío.
Cabalgué un tierno y virgen territorio de mentiras.
Ser engañado o perecer, no hay jamás otra alternativa.
Tránsfugas de la lucidez… Mon coeur mis à nu.
A solas contigo, ¿quién no se demoraría en los espejos?
¿Alguien queda corto? ¿Alguien vacío?
Esta mascarada de confidencias no es sino una mejor manera de ocultarse.
Où ici la justesse? Où ici la justice?
Nos escapamos siendo impenetrables…
Todos estamos heridos, pero de tu herida, amor… ¿brota algo?
¿Por qué lo escondes?
 
Hicimos del error una forma de verdad, lo que sabiamente engañaba.
Voluptuosa ternura, ¿sólo la melancolía te estabiliza?
 
Y ya sabes, el salto siempre pasa por ti.
A ti, Muerte, lo logrado en el silencio.
 
(…) El cerebro es la más perversa de todas las cosas, mutante desesperado (…)
 
 
 
 
III
He de confesarte lo que no ignoras, fiel Vampira.
He amado a un mortal delicioso.
Y a mí, frívola cual costumbre,
pláceme hoy delirar porque he encontrado al amigo.
El sueño vive de otra forma,
aquí donde nos jugamos a los dados el placer
– mi cabeza… ¡ay, pecado saberlo!-.
 
(Síncopa, paso de los límites, ése es ahora el ritmo…)
 
– Tú, pequeña intrigante, ¿quién te apremió
a sentir la atracción de la locura?
Sólo conseguirás manchar tu blanco atavío…
¿Cómo sabes tú qué heridas le harán
feliz, qué saeta lo tortura…?
 
– La locura, la estupidez no mata, Lady Death. Da cordura.
Y cada uno se procura la pureza como puede…
si se tiene a bien olvidar, como hemos religiosamente olvidado,
al biopoder con su parda gramática, cuya íntima esencia es igualarlo todo…
breves son los sobresaltos,
pláceme saber dulce en el paladar de alguien.
Ser cuerpo sin fines, ni funciones,
cuerpo intenso, cuerpo intensificado…
Cien maneras de decir jugar
(tocar, olfatear, saborear, fijar con la mirada o el oído,
embriagarse con lo que los penetra…
formar, proyectar, sacudir…)
Me conmueven sus ojos fatales
con la esperanza en suspenso, en mis palabras fijos (…)
Es el sabor de un sueño solitario:
sólo veo sus ojos como olas de otoño mirándome.
Verte hoy es como ver aparecer el sol entre las nubes (…)
 
Mas ya sabes tú, Lady Death,
en qué medida el pensamiento trágico me domina…
Cuando la pasión me abrasa, cabalgo
cabalgo sobre tus hombros enemigos
hasta que la tierra misma cede bajo mi arrogancia…
Tus ojos, entonces, podría inyectarlos de rojo,
pero me conforma el azul-tiburón de sus ojos…
Siento que la vida esparce un espeso haz.
Y el azar… el azar es de la ira.
 
Creedme, hombres del futuro, por favor, creedme:
aunque llena de inútiles algas mi playa amanezca,
esta mujer gozosa y sin culpa
la primera será
a canción eólica en trasladar
el secular canto de las tribus
que cantaban a la noche
la luctuosa canción que se merece…
 
– Estás pisando el resorte de una trampa…
Eres sólo sombra, apenas forma…
¿Acaso no reconoces ya el crudo, ciego
resplandor de la más caduca pasión?
 
– ¿Crees que no lo sé…?
Pero antes de que mi mórbido corazón
en cenizas nuevamente se convierta,
tomará el amor que ante mí se ofrezca.
Apasionada, obsesionada oferta…
Lamento no poder aferrar el bosque
para mejor retener los rayos del sol…
Pues mi sexo se ha borrado
de mi tiempo.
Y si no hubiera habido un rostro clandestino,
una mirada humilde,
generosidad ante la insolencia,
¿cómo podría yo componer un poema de entrañas rotas…?
Y no temas, también mi mórbida persona
cejará antes de que el amor desmaye…
Te recuerdo el fantasma que se ha convertido
en la mitad armónica del cielo, es (…)
 
(…) Desea el descanso, Tántalo, deséalo,
ah… siempre tan hambriento de manjar copioso (…)
 
¿Qué mar, qué ríos se han enterado de nuestra lúgubre guerra…?
¿Qué región está libre de nuestra sangre?
Y como a los imperfectamente sexuados,
a los habitantes de torres de marfil,
se nos acostumbra a dar la espalda,
como nosotros por defecto antes hicimos,
acojo gratamente la franca bienvenida de las cosas,
domésticamente me pertenecen…
De nuevo en mis cabales, me concedo
una larga, larguísima pausa para interrogarte una vez más
amor, que incluso amorosas señas desdeñaste,
¿Tal vez porque saliendo de la patria
también huye uno de sí mismo …?
 
 
 
 
 
IV
Y bien, a la patria los solitarios vuelven siempre…
Precisemos: piedad filial.
(Momento penoso. Las sillas crujen. El diálogo es poco acompasado…)
Me voy.
Para nada sucedió todo.
La gran densidad del amor. Para nada.
De nuevo, del amor nos colmarán las penas…
Otro poema del corazón quebrado compondré…
Fue… un encuentro clandestino de lluvia y nubes fue…
No dejéis que vuestros esfuerzos en pereza o amargura se conviertan.
¿Para qué entonces el ritual…?
Llegué incluso a insultarte, amigo mío, con el fin que de mí te apartases…
¿Qué decir mal de ti…?
Sinuoso, rebajas la lluvia benefactora, las generosas nubes.
 
Una barca de regreso sin prisa, ¿cómo verla?
cuando, de pronto, como una flecha abandona su arco…
 
El aire rarificado de la separación satura mis pulmones, imposibles ya de limpiar…
Es difícil llegar a tolerar un testigo de tus más secretas miserias …
Hay que alcanzar ese punto.
Existencia de inmediato perdida, modelo volcado, molde vacío.
Oscura desolación, se acerca profunda como el negro océano.
Escribir es una forma de pregaria.
Arte, conciencia de la desgracia:
describe la situación de quien a sí mismo se perdió.
Estofas y carnaciones, en eso consiste la pintura.
Textura y tintura de las evidencias.
NATURALEZA MUERTA, CUADRO VIVO…
-no hay ningún misterio, el misterio ya ha pasado…
 
¿Es quizá la sombra de las flores lo que nos separa…?
Aunque no sea pariente mío,
se ha compadecido al ver una vida que se quedaba atrás.
Conoce el dolor de mi corazón.
¡No os llevéis la bondad de mi vida!
Este pobre cuerpo, lleno de melancolía, lleno de dolor,
mira un rostro que confina con vientos, con ciudades.
 
El sentimiento del viajero renace en mis entrañas;
el sentimiento por la separación no deja sosiego
en mi mente cuando cabalgo…
-mas, el silencio de los hombres en la ventana… ¡es verde!
 
*
 
¿Pero era un caballero o tan sólo una solemne pretensión…?
Quien llega al abandono, se convierte en un hombre espiritual.
Quien no llega es un hombre virtuoso.
 
Para el otro, cuando muere, ya no hay mundo.
Es el fin del mundo, por eso la melancolía.
Y el amor de los hombres, puro desgarramiento.
No podemos contenernos, abandonamos lo que preferimos : reciprocidad y lealtad.
Si la humildad nos falla, todos los esfuerzos son inútiles…
 
(…) El cerebro es la más perversa de todas las cosas, mutante desesperado (…)
 
Y, ¿quién menguó como yo?
Nadie puede sobrellevar la vida solo, tercia Hölderlin en voz bien baja
desde su escondite figurado: la caseta del apuntador.
 
Verdadero es cabalgar sin fin.
 
(¡Ale, hop… hop, hop… hop, hop…!)
 
 
 
 
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